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Las sombras detras de ellos (OneShot!) - ArgChi

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-¡Me tenés podrido hijo de puta!

El rubio salió disparado de la habitación como alma que se la lleva el diablo, dejando atrás a un lloroso chileno que aún no podía entender qué había ocurrido con el argentino.
Era una de esas peleas normales, aquellas que comenzaban con un pequeño comentario hiriente que desencadenaba una lluvia de indirectas y directas entre ambas partes, no supo en qué momento las cosas se salieron de control, pero ahí estaban, terminando una relación que les había llevado años construir, y aún más años mantener, y todo se había ido a la mismísima mierda  porque la paciencia no dio más.

El argentino escuchó el portazo tras de sí, saliendo de la casa del chileno directo a la lluvia torrencial que hacía afuera, el ambiente estaba frio y deprimente, pero el día no había comenzado así. Los paraguas negros predominaban en el paisaje, en chile la gente era muy parca cuando salían a la calle, rara vez veías algo colorido, y siempre pertenecían a alguna joven, universitaria, o de enseñanza media que caminaba con audífonos en los oídos, se deprimió aún más.

Caminó hasta un semáforo en la calle principal, cabeza gacha, mirada seria, mandíbula apretada, no parecía ser el mismo rubio feliz que siempre aparecía en televisión apoyando a su nación, haciendo apariciones diplomáticas que habitualmente tenían un tinte cómico, o simplemente sonriendo ante la cámara de algún ciudadano que lo reconociera en la calle. Este no era Martín Hernández la república argentina, era un tipo más, en medio de la multitud, un desdichado malhumorado que empujaba a quien no daba el espacio para que caminara a sus anchas, y todo por un chileno. Pero no todo había sido así aquel día, tampoco había comenzado radiantemente, cierto era que últimamente estaba teniendo pesadillas, las odiaba, le quitaban la paz, lo volvían impulsivo, hacían que sus recuerdos dieran vueltas en su cabeza una y otra vez, haciéndole recordar todos los dolores y traiciones, todo el odio y enojo que alguna vez sintió. No era culpa de Manuel, no era culpa de nadie que simplemente no pudiera medirse cuando se sentía abrumado, pero ¿Qué había hecho? Dirigió su mano hacia su boca y la tapó pasmado, haciendo cuenta del error que había cometido, y que no sería fácil enmendar. El semáforo dio luz verde y Martín fue arrastrado por la multitud hacia adelante, sólo, mojado, sin paraguas alguno entre tantas sombrillas oscuras, desde las alturas su rubio cabello se veía opaco, se volvió uno con el color del pavimente, oscuro, grisáceo, sin brillo, todo su ser demostraba su dolor interno, su abatimiento.  No podía volver a casa ya ese día, demasiado tarde como para llamar al piloto que lo transportaba en situaciones de viajes.

--------------------------------------------------Demasiado impulsivo----------------------------------------------------

Una semana pasó, una semana de más pesadillas, casi podía sentir en sus puños el dolor de los golpes que había dado, la risa de sus oponentes burlándose frente a él en sus derrotas, en sus caídas, en sus dolores, todas dolían, todas traían tristeza y Manuel ya no estaba para confortarlo en una noche lluviosa, ya no podía mirar a la cara al chileno sin notar como este había estado llorando cada minuto antes de toparse con él en alguna reunión, ya no podía pensar en su vecino sin sentir un nudo en su garganta, o sin recordar esa enfermiza risa de un chile corrompido, del castaño malvado y asesino, de aquel Manuel víctima del dictador, esa parte que muchos habían  perdonado y olvidado, pero aunque le costara admitirlo, él, Martín Hernández no lo había perdonado jamás, nunca más pudo volver a ver a Manuel con el cariño que le tuvo antes de eso, jamás, y lo sabía, podría amar plenamente al moreno sin sentir ese pequeño ápice de rencor, ese sentimiento de traición.

En esa época perdió una batalla, más bien una guerra, no sólo dejó que su territorio fuese robado, aquella disputa terminó con su confianza, le hizo perder lo más puro y preciado que había tenido, el aprecio inocente hacia alguien. Chile había sido su amigo desde pequeños, y nunca habría deseado que fuese dañado, sin embargo al parecer el sentimiento no era recíproco y sus tormentosas pesadillas lo hacían recordar a cada segundo aquel pesar.

Volvió a su casa esa noche más cansado de lo habitual, ya no era el sabroso mate el que lo esperaba paciente en la cocina al final de cada día, ahora era el alcohol, no se consideraba alcohólico, simplemente le gustaba recordar buenos momentos que en algún instante fueron acompañados con la bebida, aquellos festejos que parecían darle  una felicidad sincera junto a su novio, bueno, ahora ex novio, con cada sorbo a su cabeza llegaban miles de sonrisas y carcajadas que ya no estaban, cada gesto tierno que del chileno escapaba, cada beso travieso que se daban, también los pensamientos secretos que a nadie contaba, aquellos oscuros también estaban, esos que susurraban venganza por doquier, que enfermaban su mente con cada acción que realizaba, hacer el amor, era un suplicio, una constante lucha entre querer matar y amar, la culpa por sentirse bien al lastimar mínimamente a Manuel en el acto, el odio a si mismo que se acrecentaba con cada estocada que daba, con cada gesto cínico que regalaba.

La risa volvió, esa enfermiza carcajada que lo enfurecía, pero esta vez no estaba en su cabeza, sino que salía de sus labios, era aquel que había olvidado, su mismo dolor reencarnado, su tiempo oscuro haciéndose recordar en el presente, llegando a su corazón, endureciendo su esencia, volviéndolo inseguro y asustadizo.

El sonido del vidrio roto alertó a los vecinos, botella tras botella, ventana tras ventana, todo cristal presente en la casa del argentino yacía repartido por el piso, resonando con los pasos descalzos del rubio que desesperado tapiaba las ventanas. -Se volvió loco- decían los ciudadanos, los mismos que lo apoyaron comenzaron a dudar del estado de su nación, empezaron a sentirse descontentos nuevamente, y así como la gente hace a la nación, la misma mantiene el sentimiento en las personas, el ánimo de esta conforma el patriotismo.

-El país es una mierda

-Están haciendo las cosas mal

-Che, el gobierno se equivoca

Quejas y quejas, el rubio ya casi no salía de su casa, ahí tirado junto al vidrio roto del espejo se mantenía, esperando una muerte que no llegaría, aburrido de su ilusión de olvidar algún día el peso que llevaba en su corazón.

-Manu…

Lo odiaba, todo el tiempo lo insultaba, constantemente imaginaba al chileno que detestaba, aquel de mirada enfermiza y ojos enrojecidos, aquellos que habían perdido su hermoso color café miel, el Manuel olvidado.

-Che, si Manu mató ese lado de él, ¿por qué vos seguís aquí?

-Simple, aún puedo regresar

-Vos ya perdiste, el pueblo te votó, desaparece de mí enfermo de mierda

-Querás o no, muchas cosas funcionaron bajo mi mandato

-Tu mandato asesino hijo de puta, vos sólo matabas a quien no te apoyara

-Mentiras…

-Las tuyas

Se hacía habitual, al principio sólo lo veía en los espejos, simplemente había tratado de ignorarlo, pero el verse a sí mismo, con el uniforme militar y una sonrisa macabra lo perturbó demasiado, ese era su yo que quería dejar en el pasado, aquel dictador maniatado al igual que muchos de sus vecinos, luego fueron los vidrios, todo reflejo que poseía pasaba a ser él, aquel ser despreciable, era por eso que ya no había cristales en su casa, pero incluso eso pareció poco, al cabo de unos días aquel ser ya estaba sentado junto a él en la oscuridad de la habitación.

-Me tenés podrido hijo de puta…

Lloraba, lloraba cada día intentando detener a las voces, tratando de volver a ser el de antes, queriendo olvidarse de todo lo demás para concentrarse, pero le faltaba algo.

-Manu…

Las noticias llegaban todos los días, argentina estaba en decadencia y chile aún más aislado, es que Manuel tampoco la estaba pasando bien, sin respuestas y acompañado de muchas interrogantes había continuado con su vida, viajando mucho, firmando tratados, asistiendo a reuniones, viendo en cada una de ellas a Martín, observando casi como un stop motion como el estado del ojiverde empeoraba, cómo sus ojos perdían su brillo, como su sonrisa ya no era la misma, cómo sus ganas desaparecían.
Poemas, poemas por doquier, escritos en prosa, canciones, sonetos, nada servía, todo lleno de dolor, tratando de dar abasto a una fuente de tristeza que se llenaba por minuto, que dejaba emanar el sufrimiento como sangre de una herida, la casa era un asco, las hojas tapizaban todo, el piso, los muebles, las paredes. Tenían que detenerse.
El día llegó, el chileno explotó, estaba harto, y la máscara ya se había caído a pedazos, de nada servía intentar mitigar un dolor que se hacía más grande con cada minuto, no ayudaría pensar en algo mejor para el futuro, ni tampoco en lo bueno del pasado, sólo tenía un presente, el ahora que quemaba su garganta y le quitaba el aire, le faltaba algo.

-Martín

Salió de su habitación directo al jardín donde yacía su motocicleta, se montó en ella y olvido todo, incluso la junta que había dejado acordada con Miguel para esa tarde, ¿Qué más daba? Sólo discutirían sobre un límite marítimo que a ellos no les importaba en lo absoluto, tan sólo era dinero para empresarios, sus relaciones nunca habían sido buenas, y lo admitía, era su culpa, siempre terminaba traicionando o negándole la ayuda a los que alguna vez llamó amigos, así era José Manuel, hosco y violento frente a la vida y sus factores, jamás se había arrepentido excepto una vez, aquella oscura noche en la que todo acabó, y a punta de pistolas mantuvieron a Martín esperando cautivo por la rendición oficial que su jefa debía hacer en el parlamento inglés.

-Se suponía que ya no existías

-Nunca me fui, ¿esperabas que tu gente me olvidara? ¿En serio pensaste que alguien lo haría? ¿Creías que Argentina perdonaría NUESTRA traición?

-¡Se llama Martín!

-Es sólo una nación más, ¿Cuál es el problema? Matémoslos a todos solíamos decir

-Ya no es así

-Quizás sólo en apariencia

Llegó finalmente a la capital argentina, sus ojeras por haber manejado 20 horas seguidas eran demasiado notorias, había sido estúpido y arriesgado, pero ¿Qué importaba? Nosotros no morimos como humanos, solía decir Mapu, también decía que amar a la gente es mantenerse vivo, pero ¿Y si ya no sólo amaba a su gente?, ¿Qué ocurría si también amaba a otro igual y a sus pobladores? No había reglas para eso, y era más duro que para alguien más "Nosotros podemos ser inmortales y nuestro errores nos perseguirían hasta el final de los tiempos" pensaba Manuel. No se anduvo con rodeos, manejó raudamente entremedio de los autos, esquivando a los alocados argentinos detrás del volante que deambulaban por la ciudad hasta que por fin llegó a la casa del rubio, desecha, oscura y sucia, cómo el corazón del dueño. Apagó el motor y se bajó de la motocicleta, llegó a la puerta y tocó.

--------------------------------------------------------Sin respuesta---------------------------------------------------------

Entró tirando la puerta y se encontró con vidrios regados por todo el piso, había visto las ventanas tapiadas, pero el escenario lo consternó, caminó pisando fuerte y autoritario, acompañado de esa sombra que ya no se callaba por ningún motivo, llegó a la habitación del rubio y ahí lo vio, tirado sobre cristales hechos añicos, balbuceando cosas inentendible, con las ojeras adornando sus bellos orbes apagados, dio un paso al frente y este advirtió su presencia, raudamente tomó un vidrio entre sus manos y apuntó al invasor.

-¿Quién sos boludo?

El castaño sonrió amargado, bajó la mirada y se agachó a recoger un trozo de vidrio emulando al ojiverde.

-¿Quién eres tú?

-Yo soy Martín Hernández…Republica Argentina  

-República Argentina… jajajajajaja

La risa, otra vez esa risa desquiciada, entonces Martín lo reconoció, supo en ese momento que se arrepentiría de lo que haría, pero que de otra forma eso nunca acabaría.

-Ma…Manuel

-Sí Martín soy yo

-¿Para qué viniste pelotudo?  ¿Por qué querés verme desecho?

-Porque me importas

-Si yo te importara no tendría esta sombra detrás de mí todo el tiempo, no habrías creado
a este ser enfermo que no me deja vivir.

-Se crearon solos Martín, ¿Qué podíamos hacer nosotros?

-¿Qué podemos hacer ahora boludo? Estamos jodidos ¡jodidos!

-Entonces renuncia po' weón, se acabó, matate y yo me mato, y se acaba todo

-Pe…pero… boludo vos…

-Pero nada weón, ya ganaron, ¿o me vas a decir que estai' muy cómodo en tu nueva casa?

-¡Callate!

-¡Hazlo!

-¡Callate!

Martín se abalanzó contra Manuel y juntos cayeron al piso, el chileno recibió el impacto contra los vidrios que le cortaron la piel en múltiples lugares, sangró, pero se sintió tan bien que se dejó golpear, y siguió así, riendo mientras Martín descargaba su ira contra él, ya casi estaba inconsciente cuando su mano reaccionó y detuvo al argentino, se levantó casi automáticamente sin poder manejar su propio cuerpo, otra vez era desplazado, dejando el paso a aquel asesino frio, podía ver lo mismo que él, pero estaba encadenado, sin poder accionar nada, ni siquiera hablar.
Martín sintió un frio recorrer su espalda, las lágrimas que emanaban de sus ojos fueron limpiadas por el tipo de ojos rojizos frente a él, el tacto del sujeto lo hizo perder la conciencia, ahora eran ambos seres oscuros en vez de las naciones cálidas que solían ser.

------------------------------------------------------Se mataron----------------------------------------------------

Y al final recobraron las conciencia, y con ella la sonrisa, toda la sangre esparcida en el piso les pareció ajena, ellos estaba heridos, con estado moribundo para un humano, pero al contrario de estos, Martín y Manuel estaban más vivos que nunca, dejando rencores atrás,  comenzando una vez más desde cero, esta vez sin esas sombras del pasado pesando en sus hombros, con aquellos pensamientos enfermizos disipados, sus mentes limpias, sus pasados aceptados, sus diferencia aminoradas, ellos volvían a ser amigos, amantes, hermanos, compañeros eternos.

-Che, te extrañé

-Esa es mi frase…
S: No sé que me pasó con este oneshot, es el último que escribí hoy y creo que me desahogué con él, pobre pobre oneshot, tiene toda mi carga emocional.... es un poco extraño y enredado, espero no les moleste
Eeeeeso, disfruten

Sin animos de ofender, los personajes no me pertenecen
Martín y Manuel son de :iconrowein:

Gracias por leer
Besos~
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Misscat1221's avatar
HOLY SH**. ;____________________; necesito ir a llorar, permiso... -se va a llorar(?- MALDITO MANU, MALDITO TINCHO, MALDITA DICTADURA (esto no es dictadura, es dictablanda ;_;) :iconrukiagamer: TE LO LEES AHORA D,: